La formación de primeras impresiones es un proceso que se pone en marcha principalmente a los pocos segundos de conocer a alguien. Sin embargo, la teoría de la mente es un proceso que se lleva a cabo continuamente cuando se interactúa con otros seres humanos o se piensa en ellos. Una vez que uno se ha formado una impresión acerca de cómo es la persona que está frente a nosotros, el cerebro se verá arrastrado a monitorizar qué debe estar pensando esta persona y cuáles son sus intenciones.
El concepto “Teoría de la mente” (theory of mind) se refiere a la capacidad de entender que las creencias, los deseos o las intenciones de otras personas no tienen por qué coincidir con las propias, la capacidad de inferir y representar el contenido de dichos procesos mentales, así como de desarrollar teorías que permitan predecir el comportamiento de una persona determinada en respuesta a diferentes situaciones ambientales.
De un modo más sencillo y general, puede decirse que la teoría de la mente se refiere a la capacidad de “leer” la mente de los demás. En ocasiones el ejercicio de esta habilidad recibe el nombre de “mentalizar” o “adoptar una perspectiva intencional”.
Probablemente resulta extraño pensar que los seres humanos venimos equipados con un módulo que nos empuja a descifrar o leer el contenido mental de los demás. No obstante, ésta es la manera natural en la que damos sentido a las acciones de nuestros congéneres. Resultaría extremadamente difícil e infructuoso explicar la conducta de los demás de cualquier otra manera que no sea mediante la mentalización.
Como Dan Sperber ejemplifica, la atribución de estados mentales es para los seres humanos como la ecolocalización para los murciélagos. Es decir, de la misma manera que los murciélagos son únicos en su habilidad de utilizar la ecolocalización para desenvolverse en su entorno, los seres humanos somos únicos en nuestra habilidad para utilizar la mentalización.
Se considera que los fundamentos para la investigación de la teoría de la mente se sentaron a finales del siglo XX de la mano de David Premack y Daniel Dennet. Sin embargo, ya desde principios del mismo siglo, autores como Jean Piaget construyeron los cimientos para el estudio de esta capacidad tan especial y útil para el ser humano.
Según este psicólogo suizo, el niño no aprende a abandonar su propio punto de vista para tomar la perspectiva del otro hasta los 3 o 4 años. Los niños menores de esa edad suelen pensar que lo que ellos saben o perciben es exactamente igual a lo que saben o perciben los demás.
La capacidad de descentralización (o de adopción del punto de vista de otra persona) supone un requisito imprescindible para el desarrollo de la teoría de la mente.
Entre las tareas diseñadas para medir la teoría de la mente destacan las famosas tareas de creencia falsa, creadas por Heinz Wimmer y Joseph Perner en 1983. En estas tareas, el experimentador presenta al niño historias en las que el protagonista tiene una representación falsa acerca de la localización de un objeto cuando dicho objeto es movido en su ausencia
Tareas de creencia falsa. En esta figura se muestra una adaptación de la historieta original en la que se han basado las tareas de creencia falsa. Como en el resto de tareas de este tipo, se pretende medir la habilidad del niño para abandonar su punto de vista y adoptar la perspectiva del otro.
Los estudios de neuro imagen han utilizado una amplia gama de paradigmas dirigidos a entender los mecanismos que subyace en la capacidad de inferir los estados mentales de los demás. A pesar de la diversidad de tareas utilizadas, los resultados muestran la importancia de una serie de regiones cerebrales que, de forma constante, se activan cuando las personas razonan acerca de los pensamientos de otras personas. Entre estas regiones está en la corteza prefrontal medial - incluyendo la parte dorso medial y la parte ventromedial -, La unión temporoparietal, el precuneus, el polo temporal y el surco temporal superior, como puede observarse en la siguiente imagen.
El ejemplo más clásico de tareas de creencia falsa es la siguiente: “Ana y su madre se encuentran en la habitación. Ana guarda su muñeca en el cesto y sale de la habitación. Mientras Ana está afuera jugando, su madre toma la muñeca del cesto y la guarda en la caja.
El experimentador, con el objetivo de evaluar la capacidad de mentalización del niño, le pregunta (cuando vuelva Ana) ¿dónde buscará la muñeca?. La respuesta correcta requiere que el niño obvie su conocimiento acerca de dónde se encuentra realmente la muñeca y tome la perspectiva mental de Ana.
La implicación de estas tareas en los procesos de mentalización no sólo se ha puesto de manifiesto mediante estudios de neuroimagen, sino también mediante otras técnicas, como la EMT (estimulación magnética transcraneal) o el estudio de pacientes con lesiones cerebrales. Es más, los hallazgos son tan consistentes que, a menudo, este conjunto de regiones se denomina “red de la teoría de la mente”.
Sin embargo, a pesar de la consistencia de las observaciones, poco se sabe acerca de las funciones específicas que lleva a cabo cada una de las áreas involucradas, ni del modo en que éstas funciones contribuyen al proceso de mentalización.
Aunque muy probablemente el ser humano necesita de la integridad de todas estas áreas para mentalizar correctamente, la tarea de inferir los estados mentales del prójimo es una tarea compleja y, por lo tanto, su puesta en marcha requerirá, probablemente, regiones más centrales para el proceso y otras más secundarias.
A continuación se propone una posible interpretación de la especialización de cada una de estas tareas a partir de los estudios publicados hasta la fecha. Por motivos de simplificación se adscribirá a cada área un proceso específico; sin embargo, debe recordarse que estas regiones están interconectadas y muy probablemente el proceso no recae exclusivamente en un área concreta, sino en la comunicación entre esta área y otras regiones cerebrales.
Los estudios más recientes parecen indicar que son la corteza prefrontal medial y la Unión temporoparietal las áreas que desempeñan un papel principal en las funciones de mentalización, que otras, como el precuneus, el polo temporal o el surco temporal superior derecho, desempeñan un papel secundario.
Una de las funciones de la unión temporoparietal es la de monitorizar el cambio de realidad, supervisar el proceso de descentralización que permite alternar el foco de atención entre el propio estado mental y el estado mental de otra persona.
Otras investigaciones sobre la función de la corteza prefrontal medial indican que está implicada en procesos de abstracción y reflexión, así como en la creación de realidades temporal, física o mentalmente distintas. El trabajo conjunto de estas dos áreas permite a la persona el cambio de perspectiva y la creación de una realidad mental paralela, es decir, abandonar su propia perspectiva mental y representársela perspectiva mental de otra persona (ponerse en el lugar del otro).
El precuneus, el surco temporal superior y el polo temporal están más relacionados con la percepción de estímulos sociales que con los procesos de mentalización per se. El precuneus, como se ha dicho, permite reconstruir imágenes que evocan episodios pasados de la propia vida y/o proyectan a personas en situaciones futuras. A diferencia de la corteza prefrontal medial, que trabaja principalmente conceptos abstractos para recrear realidades físicas, temporal o mentalmente diferentes, el precuneus utiliza básicamente imágenes mentales, ya que está extensamente conectada con la corteza occipital. Por otro lado, el polo temporal parece estar implicado en la integración de la información multimodal con la respuesta emotivo-visceral, así como en la percepción de estímulos sociales complejos, como otras personas. Otra de las estructuras que desempeñan una función secundaria en la teoría de la mente es el surco temporal superior. Este surco ha sido extensamente relacionado con la percepción de movimientos biológicos.
Hasta ahora se ha hecho referencia en las regiones cerebrales implicadas en los procesos de mentalización. Llegados a este punto, podrías preguntarte “¿y de qué me sirve saber si utilizamos la unión temporoparietal o la corteza prefrontal medial para mentalizar? ¿qué aporta esto a la psicología?”. Lo cierto es que, gracias a la neurociencia social, se está cada vez más cerca de entender qué fenómenos psicológicos se esconden en los procesos de mentalización. Por ejemplo, existen dos grandes teorías clásicas acerca de cómo se infieren los pensamientos de los demás: la teoría de la simulación y la teoría de la gramática social.
Según la teoría de la simulación, el ser humano utiliza el conocimiento que tiene sobre sí mismo para deducir qué es lo que deben estar pensando los demás. Dicho de otra forma, intenta predecir lo que el otro podría pensar a partir de lo que él mismo pensaría si se encontrase en una situación similar o presentare una expresión facial similar. La teoría de la gramática social postula que el ser humano almacena a lo largo de su vida, conocimiento acerca del funcionamiento de las mentes de los demás. A partir de este conocimiento, extrae una reglas que luego aplica con el objetivo de predecir los pensamientos y sentimientos de otras personas. Verbigracia, según la teoría de la gramática social, para descifrar cómo se siente una persona que tiene el rostro compungido o está en el funeral de un ser querido, los seres humanos aplican la regla de: “las personas que presentan el rostro compungido se sienten tristes” o “cuando a alguien se le muere un ser querido se siente triste”, y en función de esta regla se deduce el estado anímico de la persona en cuestión.
Púes bien, ¿tiene la neurociencia social elementos que favorezcan algunas de estas dos teorías? Ciertamente sí. Son varios los estudios de neuroimagen funcional que demuestran que la corteza prefrontal medial se activa tanto para inferir acerca de los pensamientos de los demás, como para reflexionar acerca de los pensamientos propios. Es decir, cuando una persona mentaliza, utiliza la misma área cerebral -y, presumiblemente, el mismo mecanismo psicológico- que cuándo piensa en sí misma. Estos hallazgos suponen la primera evidencia a favor de la teoría de la simulación.
En un estudio realizado en 2006, Jason Mitchell et al., observaron que una persona utiliza la parte ventral de la corteza prefrontal medial para reflexionar tanto sobre sí misma como sobre aquellos que son similares a ella. No obstante, cuándo debe inferir los pensamientos de alguien a quien cataloga como diferente (por cultura, religión, ideales políticos, etc) utiliza la parte dorsal de la corteza prefrontal medial. Estos hallazgos, junto con los de Diana Tamir, sugieren que se utiliza la simulación para inferir los pensamientos de personas percibidas como similares a uno y que, cuanto más similares, mayor será el grado de simulación, como se infiere a partir de la actividad en la corteza prefrontal medial. En cambio, para deducir qué deben estar pensando aquellas personas que son juzgadas como diferentes, se utilizan otros mecanismos. Si bien es cierto que la información sobre uno mismo es más útil para predecir la conducta de alguien similar que la de alguien diferente, este descubrimiento supone admitir que, implícitamente, a las personas nos cuesta pensar que aquellos diferentes (por raza, cultura, ideales políticos o religiosos) puedan pensar o sentir de la misma manera.
Red neuronal de la teoría de la mente. Se muestran la parte medial (A) y la parte lateral (B) del cerebro humano. Superpuestas a estas imágenes, en verde, se encuentran las áreas cerebrales que forman lo que se conoce como red de la teoría de la mente. Entre estas áreas se encuentran la corteza prefrontal medial (que incluye su parte dorsal y su parte ventral), el surco temporal superior, el polo temporal, la unión temporoparietal y el precuneus.