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Modelos teóricos de la percepción

3/1/2024

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El estudio de la percepción se asienta sobre unas bases, unas premisas y unos prejuicios, algunos de los cuales intentaremos justificar con el sesgo de nuestra perspectiva, como no podría ser de otra manera. Una primera premisa se fija en considerar la percepción como un proceso mental, un proceso cognitivo. Esa consideración tiene varias consecuencias.

Una de ellas se dirige hacia la noción de lo que entendemos por mente, es decir, manejamos la noción de que la percepción se desarrolla en esa entidad inmaterial a la que llamamos mente.

No obstante, rápidamente aparece la discusión de si es posible entender la mente sin extrapolarla a una estructura material. En nuestra opinión, una perspectiva neuropsicológica, neurocientífica, asume que eso no es posible, y que esa estructura material que da sentido al concepto de mente es el cerebro, aunque el acuerdo entre los investigadores no es total. No nos entretendremos en esta discusión, puesto que es genérica a cualquier proceso cognitivo, además de formidablemente extensa. El objetivo de su mención es el de incitar a la reflexión sobre el vínculo entre los conceptos percepción, mente y cerebro, y, a la vez, dejar clara la perspectiva desde la que está redactada esta unidad: una perspectiva materialista en tanto y cuanto no podemos suponer la existencia de procesos que no tengan un asidero material.

La percepción se entiende habitualmente como el proceso cognitivo inicial por el que se construye conocimiento –creencias perceptivas– incitado y fundamentado en nuestro entorno más contiguo. Desde la neurociencia tradicional, se mantiene una tesis ‘realista’, en el sentido de que necesitamos contar con un mundo externo a la mente, con una "realidad física", objetivo de la percepción. Según una definición dogmática del realismo, los objetos externos y sus propiedades existen con independencia del perceptor, incluso cuando no son percibidos por nadie. En general, también asumimos, en la mayoría de casos, la ‘validez’ de las consecuencias perceptivas, esto es, se adopta la idea de que no existen errores generalizados de ajuste entre las percepciones y sus causas físicas o, en otras palabras, la ‘realidad física’.

Queremos llamar la atención sobre la ambigüedad que supone utilizar en este contexto la palabra realidad, puesto que entendemos, en la línea de Descartes, que la realidad más inmediata es la que obra en nuestras percepciones, en nuestros pensamientos, una ‘realidad psíquica’ sin duda distinta a la mencionada ‘realidad física’, posterior o previa una a la otra, según la perspectiva que adoptemos.

El realismo tiene dos versiones. El ‘realismo directo’ defiende que el perceptor capta directa e inmediatamente los objetos y sus propiedades. El ‘realismo indirecto’ defiende procesos mediadores y afirma que uno de los motivos por los cuales percibimos los objetos y sus propiedades es el concurso de estos mediadores. Este posicionamiento del ‘realismo indirecto’, en la mayoría de los casos, también asume una idea representacionalista de la mente. Entonces se plantea una cuestión nada trivial: ¿qué entendemos por representación? La respuesta más lineal a esa pregunta viene desde su etimología: ‘re-presentar’, volver a presentar. Cuando es ésa la respuesta, nos imaginamos una cierta reproducción o copia del objeto o de la configuración estimular. Esa idea de la reproducción o de la copia lleva a otras preguntas, ¿Cómo es esa ‘copia’?; ¿Guarda información de todas las características del objeto? Bien sabemos que no, pero ¿qué se consigue con esa copia? Sobre cómo es esa reproducción, la respuesta desde un discurso fisicista es complicadísima y no estamos en condiciones de darla, quizás simplemente porque derive de un planteamiento inadecuado sobre el estudio de la percepción. Sin embargo, no es fácil entrever dónde está la inadecuación del planteamiento. Desde una perspectiva más conceptual, se dan respuestas más laxas o circulares, como la que indica que se trata de entidades simbólicas que representan objetos o algunas de sus propiedades. No obstante, ¿cómo sabemos que los atributos que aparecen en la representación se ajustan a los de los objetos percibidos?

El planteamiento de la pregunta anterior parte de una premisa bastante interesante, esto es, existen unos atributos perceptivos que mantienen alguna relación con algunos atributos ‘reales’ del objeto. Algunas respuestas apuntan a que no podemos conocer el grado de ajuste entre unos y otros, puesto que la única forma inmediata –frente al significado de mediada– de conocer esos atributos es la percepción. Una vía más mediada es la cognición más compleja. Otras respuestas apuntan a que las ‘mediciones’ que podemos hacer sobre el objeto (mediadas cognitivamente) nos permiten contrastar ese ajuste entre atributos perceptivos y atributos físicos. Una de las posibles vías de ‘medir’ esa información es a través de nuestra interacción con el entorno, fruto de nuestras capacidades motrices y de los procedimientos de manipulación que ejercemos sobre los objetos.

Este hilo argumental nos puede llevar a la hipótesis de que el objeto se transforma (percibe) en parámetros motrices en aras a intentar maximizar la eficacia de nuestra acción. De esta forma, se puede pasar del énfasis en la ‘percepción para la representación’ al énfasis en la ‘percepción para la acción’, sin que ello suponga abogar por la inexistencia de representaciones.

La noción de ‘percepción para la acción’ es una visión relativamente novedosa en el campo de estudio de la percepción y que, de momento, todavía no se halla claramente plasmada en la psicología aplicada, aunque existen visos de que así sea.

En la vertiente más teoricobásica, ha ayudado a desencallar una situación conceptual en la que se había estancado el cognitivismo representacionalista, aportando un soplo de aire fresco en las reflexiones conceptuales sobre percepción.

Esta noción no significa necesariamente dejar de lado el representacionalismo.

¿Esos patrones motores podrían seguir llamándose representaciones? Responder afirmativamente a esta pregunta puede resultar bastante comprometido, dado que también deberíamos responder afirmativamente a preguntas como ¿existe representación en el arco reflejo humano?; el robot, al mover el brazo, ¿representa?; ¿representa la ameba al fagocitar una nanomanjar? En nuestra opinión, parece conveniente conservar el concepto de representación para explicar fenómenos perceptivos y cognitivos.

Un inconveniente que se plantea en el paradigma ‘percepción para la acción’ es el que deriva de la pregunta ¿qué pasa con un tetrapléjico de nacimiento, o con un niño que nace sin manos, o con otro que lo hace con tetania congénita debido a una enfermedad neuromuscular? Francamente no lo sabemos, aunque puede que su percepción no sea como la nuestra, como sugieren bastantes trabajos, tanto procedentes de la neuropsicología experimental como de la aplicación de las técnicas de neuroimagen. De todos modos, cabe tener presente que esos casos suelen conservar intacta una acción esencial para la percepción humana, y que bien ha merecido un papel predominante en el estudio de la atención: nos referimos a los movimientos oculares. ¿Y si, en esos pacientes, los movimientos oculares supliesen de alguna forma el papel que juega normalmente nuestro amplio repertorio motor? ¿Sucede algo parecido, pero a la inversa, con un ciego de nacimiento, que sigue ‘actuando’ (aunque de forma cuantitativa y cualitativamente distinta a los videntes o ex videntes), pese a que lo hace ‘sustituyendo’ el código visual por el procedente de otros sentidos?

Las constancias perceptivas son otro fenómeno que puede resolver bastante adecuadamente la perspectiva de la percepción para la acción’. Un folio blanco se sigue percibiendo como blanco a pesar de que el valor de luminancia descienda de forma acentuada y de que el sistema visual detecte ese descenso del número de candelas. A pesar de que la representación perceptiva del objeto haya cambiado ligeramente, es bastante  probable que nuestra acción respecto al mismo se mantenga.

Ello proporciona una alta estabilidad de lo que, en otros campos, se ha llamado la permanencia del objeto.

Por otra parte, un inconveniente a la perspectiva de ‘percepción para la acción’ es que esa noción surge en el estudio de la visión y, de momento, debe extrapolarse con cautela al resto de modalidades sensorioperceptivas, aunque a lo largo de la unidad veremos algún ejemplo de esa extrapolación.

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