Un día de octubre de 1906, Santiago Ramón y Cajal recibió un telegrama con un escueto mensaje en alemán. "Carolisnische Institut verliehen Sie Nobel-preiss". Se le concede el Premio Nobel de Fisiología o Medicina junto a Camilo Golgi en reconocimiento a sus trabajos sobre la estructura del sistema nervioso. Curiosamente, Golgi era oponente científico , porque aún defendía la vieja teoría reticularista. Más tarde Cajal confesaría: "Que cruel ironía del destino emparejar, como gemelos siameses unidos por sus hombros, a adversarios científicos de caracteres tan contrastados". Hay gran expectación durante la ceremonia, y en los discursos le corresponde a Golgi el primer turno. De pronto, los asistentes, incluido el propio Cajal quedan sorprendidos. Lo esperable era que Golgi disertara sobre su método de tinción y las posibilidades que abrió a la neurociencia y que pasara revista de sus propios hallazgos, pero en lugar de eso, se dedica a resucitar la difunta doctrina reticular del sistema nervioso y arremete brutalmente, sin venir a cuento, contra la teoría neuronal. Además de que no era el lugar para plantear una polémica, supuso una torpe descortesía hacia su compañero de ceremonia, tratándose del principal defensor de la teoría neuronal. Se habían logrado formidables progresos en las últimas décadas y prácticamente ya nadie sostenía el viejo planteamiento reticularista al que el propio Kölliker había renunciado, pero Golgi hablaba como si nada hubiera cambiado desde 1873 cuando descubrió su método. Es muy probable que Cajal se hubiese sentido incómodo, pero, elegantemente no lo exteriorizó. Cuanto tocó su turno, leyó el discurso que tenía preparado y no hizo alusión a las agrias palabras de Golgi. 10 años después, Cajal escribiría sobre este incidente: "Hizo gala (Golgi) de una altivez y egolatría tan inmoderadas, que produjeron deplorable efecto en la concurrencia y yo temblaba de impaciencia al ver que el más elemental respeto a las conveniencias me impedía poner oportuna y rotunda corrección a tantos vitandos errores y a tantos intencionados olvidos".
Camilo Golgi Ramón y Cajal