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Empatía y psicopatía

26/10/2023

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EMPATÍA

La palabra empatía procede del término alemán “Einfühlung”.

Este término, introducido en 1872 por Robert Vischer, se utilizó Para designar el mecanismo mediante el cual un objeto artístico provocaba reacciones musculares y emocionales en las personas que lo observaban.

La conceptualización actual de empatía, no obstante, poco tiene que ver con sus orígenes.

La empatía en neurociencia social, se entiende como la capacidad que tiene el ser humano para situarse sin esfuerzo y de forma mental en la posición de otra persona, es decir, tratar de comprender desde un plano mental cómo puede sentirse emocionalmente otra persona.

Lo cierto es que el término empatía se ha utilizado a menudo de manera amplia para abarcar aspectos como la capacidad de mentalización (teoría de la mente), la simpatía o el puro contagio emocional. En consecuencia, durante los últimos años los investigadores se han dedicado a definir y acotar mejor dicho término.

En este apartado se hablará de empatía únicamente para hacer referencia al proceso por el que, al observar o imaginar a una persona en un estado afectivo determinado, se experimenta ese mismo estado (o uno isomórfico). La necesidad de isomorfismo afectivo -o lo que es lo mismo, de similitud entre el estado emocional del observador y el observado - diferencia empatía de simpatía. Es decir, se consideraría simpatía, pero no empatía -el fenómeno por el cual se llega a sentir pena - pero no furia -ante una persona enfurecida.

Otro punto importante es distinguir empatía de contagio emocional. A diferencia del contagio emocional, la empatía requiere que la persona sea consciente de que la causa de sus emociones está en la observación del prójimo, imaginando y presumiblemente sintiendo qué está experimentando emocionalmente la otra persona. (como si de un autoreflejo se tratara) como si la persona estuviese experimentando justamente lo mismo que la otra.

Por último, es imprescindible diferenciar la teoría de la mente de la empatía. Mientras los procesos de mentalización permiten inferir que está pensando una persona o cuáles son sus intenciones, sin necesidad de que uno se implique emocionalmente, la empatía es la causante de que el propio cuerpo absorba el estado afectivo de otra persona (al menos en la idealización). Un ejemplo claro de la importancia de diferenciar entre la teoría de la mente y la empatía surge al intentar explicar la conducta de un psicópata.

PSICOPATÍA

La imagen que tenemos de un psicópata, construida en gran medida por los medios de comunicación y el cine (la de un depredador que busca, acecha, captura, tortura y da muerte a su víctima a sangre fría, sin remordimientos), en realidad corresponde a un porcentaje exiguo de estos individuos.

Muchos psicópatas nunca llegan a cometer crímenes violentos. 

​Desde una perspectiva legal, ser psicópata no es sinónimo de ser criminal. De hecho, muchos de los individuos que padecen este “trastorno” nunca llegan a tener problemas graves con la justicia aunque si se ven involucrados en constantes problemas o ilícitos de naturaleza civil o familiar que no ameritan prisión, pero por lo regular, causan mucho daño emocional a su entorno.

El daño no se limita a lo que la ley considera como delito, sino que la conducta psicópata siempre va acompañada de una condición narcisista en donde el “Yo” es lo más importante, sus necesidades son prioritarias sin importar el daño que causen para alcanzar sus objetivos.

Si bien un psicópata no significa ser un asesino serial o un violador (aunque son las escalas más altas) si suelen causar mucho daño de tipo emocional a familiares, compañeros de trabajo o personas cercanas.

Otros individuos con rasgos psicopáticos pueden dedicarse a cualquier actividad o profesión, destacando como característica que buscan ocupar cargos jerárquicos importantes, tales como empresarios sin escrúpulos, políticos corruptos o profesionistas que actúan con carencia total de ética y que utilizan su prestigio y poder para victimizar a sus clientes o pacientes según el caso, ya que, paradójicamente también, hay médicos y psicólogos que pueden ser psicópatas.

Las personalidades psicópatas pueden llevar una vida en apariencia “ordinaria”. Se casan, tienen hijos y pueden ser prominentes profesionales, aunque los rasgos de su personalidad impiden que sus empleos y relaciones sean duraderas, ya que tienden aburrirse con facilidad, máxime si no logran alcanzar una posición de poder.

Otra característica es que suelen tener una vida personal caótica: aunque no lleguen a infringir la ley (o al menos se las han ingeniado para que no los atrapen) normalmente se encuentran en el límite de la normatividad. Así mismo, las personalidades psicópatas satisfacen sus necesidades valiéndose de reglas propias y utilizan a los demás como si fuesen meros objetos.

Hoy en día se sabe que el porcentaje de mujeres que presentan psicopatía se ha elevado considerablemente aunque estadísticamente el hombre es más propenso y en ambos casos, ocurre con mayor frecuencia en el rango de edad entre los 25 y los 44 años.

Las características ambivalentes de la personalidad psicopática han hecho de este fenómeno una preocupación desde la antigüedad. En otras épocas, a los psicópatas se les describió cómo “humanos sin alma”.

Aunque mucho se ha debatido al respecto, la polémica sobre la psicopatía sigue estando vigente. Para encuadrar su conducta antisocial dentro de un marco clínico, su condición se ha catalogado como “trastorno”, sin embargo, muchos autores han explicado que en realidad no se trata de una psicopatología sino de una condición mental. Ellos son así, no van a modificar su conducta, jamás cambiarán, solo modificarán sus estrategias y no van a curarse porque sencillamente no hay nada que curar.

Un aspecto en esencia relevante, es que los psicópatas no experimentan empatía (no son capaces de colocarse en un plano emocional en relación a otras personas, aunque sí pueden hacerlo desde la mentalización).

La neurociencia de la conducta ha aportado elementos para presumir que las personas que presentan estos rasgos, poseen estructuras cerebrales con dimensiones distintas a las del cerebro sin tales rasgos, destacando entre ellas, la amígdala.

Un psicópata es absolutamente consciente de que los actos cometidos pueden transgredir la ley, las normas morales o sociales, pero no perciben el miedo como lo haría cualquier otro individuo y tampoco llegan a experimentar culpa o remordimiento por sus actos.

Lo anterior no significa que los psicópatas carezcan de emociones, sino que, las perciben de otra manera. Un común denominador entre estos individuos es que al no obtener el propósito deseado estallan en furia.

Dicho lo anterior, no resulta óbice destacar su distinción con la sociopatía, en donde los individuos con estas características si perciben emociones de una manera más tangible; son propensos a cometer más crímenes que los psicópatas y actuar de manera más espontánea y abrupta. Normalmente, los sociópatas en su conceptualización mental poseen motivos para vengarse o castigar a otras personas, en tanto que un psicópata no. Esto es, un sociópata requiere motivos para su actuar, un psicópata puede hacerlo incluso en contra de alguien a quién no conoce .

Este tema implicaría un análisis mucho más profundo que no será abarcado en este apartado, sino que, se ha tomado como referencia para distinguir la importancia de la empatía en el interactuar del hombre en sociedad.

¿Pero cómo se siente empatía?, ¿cuáles son las bases neuronales que sustentan este proceso? Las dos regiones cerebrales claves para la empatía son la ínsula anterior y la corteza cingulada anterior. Estas regiones, además de estar implicadas en los procesos empáticos, han sido extensamente relacionadas con la motivación y la percepción de las sensaciones procedentes del propio cuerpo, especialmente aquellas relacionadas con la esfera emocional.

Son varias las investigaciones que relacionan la actividad de la ínsula anterior y la corteza cingulada anterior con los procesos empáticos. Por ejemplo, un estudio observó que estas dos regiones se activaban tanto cuando los individuos olfateaban olores desagradables como cuando veían videos de personas olfateando dichos olores. Del mismo modo, existe un gran número de estudios que demuestran que la ínsula anterior y la corteza cingulada anterior responden no sólo cuando los individuos sienten dolor, sino también cuando perciben a alguien que lo siente.

Tania Singer, en un estudio con parejas, analizó la actividad cerebral de la pareja femenina cuando ésta recibía estimulación dolorosa (experiencia directa de dolor) o cuando percibía como se le aplicaba esta su compañero (empatía por el dolor). Los resultados mostraron una activación de la ínsula anterior y de la corteza cingulada anterior, tanto cuando los participantes experimentaban directamente el dolor, como cuando enfatizaban con el dolor de su compañero. La activación en estas dos regiones también se ha observado cuando los individuos ven a una persona desconocida sufriendo o en situaciones donde visualizan videos que muestran partes del cuerpo en situaciones potencialmente dolorosas (películas) o perciben caras con expresión de dolor.

Tanto la corteza cingulada anterior como la ínsula anterior son regiones límbicas especializadas en el procesamiento del componente interoceptivo emocional del dolor.

Los estudios hasta la fecha sugieren que la corteza cingulada anterior tiene un papel más motivacional; se encargaría, por ejemplo, de señalizar el “error” cometido, decidir cuál es la conducta necesaria para evitarlo -en el caso concreto, la conducta que permita huir o reducir el dolor -y motivar su ejecución. La ínsula anterior en cambio, parece estar más especializada en el procesamiento de información emotivo-visceral, siendo la responsable de esa sensación de sudor frío procedente del estómago que recorre a una persona cuando ve a otra sufriendo.

No obstante, la respuesta empática no es algo de “todo o nada”, sino que está modulada por diferentes factores como la percepción de Justicia. Otro ejemplo, es el observado cuando se castiga a alguien que ha actuado de manera inmoral, ilegal o injusta; aquí, la activación de la red empática (ínsula anterior y corteza cingulada anterior) cede el  paso a la activación de áreas relacionadas con la percepción del placer (núcleo accumbens). Esto es, los individuos sentían placer en lugar de empatía al ver a alguien situado en la condición antes mencionada. Es más, cuanto más deseo tenían de vengarse de esa persona, mayor era la actividad en el núcleo accumbens al verla sufrir. Curiosamente, este cambio en el patrón cerebral a favor del castigo físico sólo se ha observado en varones, no así en mujeres (aunque el debate sigue abierto).

En resumen, los estudios de neuroimagen en empatía subrayan dos aspectos importantes y característicos de este proceso: por un lado, la capacidad de enfatizar recae sobre el mismo sistema neuronal que sustenta los propios estados emocionales; y, por otro, la empatía está profundamente arraigada en las sensaciones corporales. Es decir, puede entenderse la empatía como una simulación corporal y motivacional de la experiencia emocional de otra persona. A partir de esta premisa es posible reinterpretar la conducta prosocial como un acto esencialmente egoísta: evitar la aflicción propia producida por la mimetización del sufrimiento del otro.

La empatía se refiere a la capacidad de ponerse sin esfuerzo en el lugar de otra persona (pero siempre en el plano emocional).

Se trata de un proceso diferente a la simpatía, el contagio emocional o la teoría de la mente. Las regiones cerebrales implicadas en este proceso son la corteza cingulada anterior y la ínsula anterior. Estas regiones están especialmente implicadas en el componente motivacional y fisiológico de la emoción que se activan tanto al experimentar un estado emocional determinado como al observar dicho estado en otra persona. La actividad en estas áreas está modulada por diferentes factores sociales como la percepción de Justicia.

Ejemplos de contagio emocional

Imagínate en la siguiente situación. Una amiga te ha llamado porque desea platicarte un acontecimiento que la ha mantenido triste e inquieta durante algunos días. Quedas de verte en un café con ella y en un momento determinado rompe en llanto mientras platica lo mal que está funcionando su relación sentimental. En ese justo momento, resultaría natural y bastante probable qué comenzaras a notar una extraña sensación en el estómago o quizá literalmente un pequeño nudo en la garganta, y, que te sientas invadido por cierto sentimiento de pesar. Si al experimentar todas estas sensaciones, se razona pensando “creo que estoy teniendo un mal día, estoy triste y no sé por qué”, en realidad se trataría de un contagio emocional pero no de empatía. Afortunadamente, eso no es lo que suele ocurrir; lo normal es que ante situaciones como estas, uno sea capaz de empatizar, es decir, de identificar de forma consciente que el desconsuelo de tu amiga te ha producido también tristeza.

Otro ejemplo de contagio emocional (y no de empatía) es el fenómeno por el que un bebé comienza a llorar al escuchar el llanto de otro bebé. Aunque sin duda ambos bebés podrían estar experimentando el mismo estado emocional, no existe conciencia de que el otro es la causa de ese estado y, por tanto, no puede considerarse de que se trate de un proceso puramente empático.

Aunque no es muy frecuente que ante emociones negativas únicamente se produzca contagio emocional, pero no empatía, es algo más común observar este fenómeno ante emociones positivas. A menudo nos sentimos contentos cuando estamos ante una persona que expresa alegría, y no siempre somos conscientes de que tal persona puede ser la causa de ese estado emocional.

Volviendo al ejemplo de la persona que toma café con su amiga, se ha enfatizado la importancia del componente fisiológico de la emoción: la sensación de vacío en el estómago o el nudo en la garganta. Lo cierto es que la empatía está extensamente fundamentada en este componente fisiológico y, por lo tanto, es comprensible que las regiones cerebrales que la sustentan también desempeñan un papel importante en estos procesos de percepción visceral.

1 Comentario
Jessica Esmeralda Hhernandez Chavez
12/5/2024 01:34:45 am

Empatía
Es tratar de comprender desde un plano mental cómo puede sentirse emocionalmente otra persona. Es decir, requiere que la persona sea consciente de que la causa de sus emociones está en la observación del prójimo como si la persona estuviese experimentando justamente lo mismo que la otra.

Las dos regiones cerebrales claves para la empatía son la ínsula anterior y la corteza cingulada anterior, ademas se relaciona con la motivación y percepción de sensaciones.

Psicopatia.
La conducta psicópata siempre va acompañada de una condición narcisista en donde el “Yo” es lo más importante, sus necesidades son prioritarias sin importar el daño que causen para alcanzar sus objetivos. Suelen causar daño de tipo emocional a familiares, compañeros de trabajo, personas cercanas o dedicarse a cualquier profesión o actividad.

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