Si los músculos del cuerpo no se contraen por la acción de unos misteriosos espíritus animales, como había demostrado Swammerdam, ¿Cuál es la causa entonces de su movimiento que tan dócilmente sigue la voluntad del cerebro?. El holandés comprendió que la ciencia de su época no podía resolver es dilema y confesó impotente que la respuesta "se entierra en la impenetrable oscuridad". Habría que esperar casi un siglo hasta los decisivos experimentos de Galvani. En el siglo XVIII se puso de moda la electricidad estática generada por grandes máquinas de fricción. Inicialmente la máquina más común era una gran bola de azufre que se hacía girar en torno a un eje, mientras se colocaba una mano sobre ella; después se sustituyó por ruedas de vidrio y otros materiales más efectivos. El caso es que la persona quedaba tan cargada de electricidad, que causaba un tremendo chispazo al tocar cualquier objeto.
Junto a esto, la invención de la denominada "botella de Leyden" permitió almacenar la electricidad para uso futuro. En la alta sociedad de aquellos años era común un juego que consistía en formar un círculo de personas cogidas de la mano y una botella Leyden en el extremo; cuando el círculo se cerraba, todos experimentaban una violenta pero inofensiva descarga. En los mercados, algunos tipos hacían demostraciones matando pajarillos o pequeños ratones de un chispazo. La nueva fuerza tenía también una propiedad asombrosa: era capaz de agitar piernas y brazos paralizados durante años; así que no es extraño que le atribuyeran virtudes casi milagrosas en su época, que el tiempo se encargaría de desmentir. En ese ambiente del siglo de las luces, y una vez descartada la hipótesis de los espíritus animales, los fisiólogos pensaron que talvez era electricidad lo que secretamente recorría los nervios para mover el cuerpo. Pero una cosa era plantear esa vaga posibilidad y otra demostrarlo de modo irrefutable como lo hizo Galvani. |
Luigi Galvani (1737-1798) profesor de anatomía en la Universidad de Bolonia, llevó a cabo una serie de largos experimentos que no publicaría sino hasta 10 años después en su libro de 1791 "De viribis electricitattis in motu musculari: commentarius (Comentario sobre el efecto de la electricidad en el movimiento muscular). En lugar de la universidad, prefirió montar el laboratorio en su propia casa -como también harían Cajal y otros científicos - y ahí dispuso de una amplia dotación de artilugios eléctricos -máquinas de fricción y botellas de Leyden - y la inestimable ayuda de su sobrino. Galvani empleó decenas de ranas en múltiples ensayos para corrobora su idea de que existía una electricidad propia del animal, probablemente generada en el cerebro que recorría los nervios y movía los músculos. Observó que las preparaciones frescas de ancas de rana se contraían por acción de la chispa eléctrica de una máquina de fricción o incluso por la electricidad ambiental en un día de tormenta. Finalmente, el experimento más contundente, fue, a su vez, el más sencillo. Tomó un anca de rana recién muerta y estiró bien su nervio ciático hasta que lo puso en contacto con el propio músculo del muslo y ¡sorpresa! el anca se contraía visiblemente sin necesidad de electricidad exterior. También obtuvo el mismo resultado al poner con contacto el nervio de una preparación con el nervio de otra. De esta manera, demostró que el fluido eléctrico procedía del interior del animal y que ese era el enigmático elemento que viajaba por los nervios y accionaba los músculos.
Con la llegada del renacimiento europeo y el inicio de la Edad moderna, se torna a la observación de la naturaleza y a la tabla de disecciones. Son tiempos de grandes cambios en los que se cuestionan creencias sacralizadas durante siglos.