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CANNON

25/10/2023

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En la década de 1920, el fisiólogo norteamericano Walter Cannon rebatió la hipótesis de William James exponiendo una nueva teoría de las emociones basada en los experimentos de Philip Bard sobre lesiones corticales. Según la teoría de Cannon – Bard, la información de un estímulo emocional llega a regiones talámicas especializadas en el procesamiento sensorial. Esta Información es directamente enviada al hipotálamo, el cual pone en marcha los mecanismos que generan las respuestas emocionales. Asimismo, a la corteza cerebral llega la información sobre las características sensoriales del estímulo, por medio de las vías ascendentes talámicas, y la información sobre el significado emocional de este, por medio de las fibras nerviosas que suben desde el hipotálamo. En la corteza es donde se genera la experiencia consciente de la emoción o sentimiento.

Según la teoría de James – Lange, las emociones son respuestas cognitivas que interpretan cambios fisiológicos del organismo. La teoría de Cannon – Bard, por su parte, postula que el estado corporal (o respuesta física) y la sensación consciente de la emoción (o sentimiento) tienen lugar al mismo tiempo.

El autor de la famosa teoría de las emociones G. Lange, cita a Spinoza como uno de los filósofos cuya doctrina precedió a la teoría organicista de las emociones. Como es sabido, esta teoría fue elaborada casi al mismo tiempo por dos investigadores que trabajaban de manera independiente – Lange en 1885 y William James en 1885 -. Así, Según la expresión de J.W. Goethe, ciertas ideas maduran en determinadas épocas a semejanza de los frutos que caen simultáneamente en distintos huertos.

“Ignoro - dice Lange- Si una teoría de las emociones parecida a ésta ha sido expuesta alguna vez; en ningún caso se encuentra referencia alguna en la psicología científica. Quizá Spinoza es el más cercano a nuestra concepción debido a que no supedita a la expresión física de las emociones a un movimiento del alma; por el contrario, sitúa los dos fenómenos al mismo nivel y otorga el primer lugar al hecho fisiológico (1896). Lange tiene en cuenta la conocida definición del afecto tal como está aparece en la teoría de Spinoza. Entiendo por afectos – dice Spinoza - estados del cuerpo que aumentan o disminuyen la capacidad de este para la acción, que favorecen dicha capacidad o la limitan pudiendo favorecer o no la conciencia de esos estados.

G. Dumas, analizando la génesis de la teoría organicista de las emociones, tal como fue formulada por Lange, menciona la clara divergencia que existe entre esta teoría y la de los evolucionistas, en particular la de Charles Darwin y la de H. Spencer, así como <una especie de reacción anti-inglesa en el pensamiento de Lange> (según la obra de Lange, 1896).

En efecto, Lange reprocha a Darwin, y en general a los adeptos de la teoría evolucionista, el hecho de haber falseado la cuestión del estado afectivo, de haber dado mayor preponderancia al punto de vista histórico que al mecanicista y fisiológico. Al respecto, dice lo siguiente: “Habría qué preguntarse si la tendencia evolucionista aunque sus investigaciones han impregnado la psicología moderna, y particularmente la psicología inglesa, puede considerarse como una ventaja.

“Seguramente no por lo que respecta a los estados afectivos, puesto que esta tendencia hizo que los psicólogos descuidarán el análisis propiamente fisiológico y como consecuencia abandonaran la verdadera vía a lo que habían accedido los fisiólogos y por la cual habrían llegado a su objetivo, si fenómenos fisiológicos tan fundamentales como las funciones vasomotoras hubieran sido conocidas en su tiempo”. Para comprender mejor la esencia de la teoría organicista de las emociones, el hecho que acabamos de señalar tiene un significado extremadamente importante. Posteriormente servirá como punto de partida a nuestro análisis crítico, cuyo objetivo será aclarar el carácter antihistórico o no de esta teoría.

Una vez más, resulta conveniente resaltar el contenido de la teoría tanto de James como de Lange y ver qué aciertos y qué errores se encontraron a partir del examen riguroso, en términos de pensamiento teórico y práctico, al cual fueron sometidas desde su formulación, y que ha continuado hasta nuestros días. Es cierto que la teoría empírica creada hace más de medio siglo se ha mantenido hasta la actualidad a pesar de las críticas destructivas recibidas desde distintas posiciones. También es cierto que ésta constituye hasta la fecha un centro vivo, una especie de eje alrededor del cual se produce en este momento un viraje decisivo en el estudio psicológico de la naturaleza del sentimiento humano. En apariencia, asistimos al último acto, al desenlace de este drama científico cuya intriga se remonta a los años 84-85 del siglo pasado. Asistimos a la elucidación de la condena histórica definitiva de esta teoría, mientras se decide la suerte de toda una corriente de pensamiento psicológico que no sólo fue capital para la psicología en el pasado, sino que está directamente unida a la determinación de las orientaciones futuras del desarrollo de este capítulo de la psicología científica.

Es verdad que hasta ahora se admite que esa teoría fue objeto, durante medio siglo, de un examen científico ininterrumpido, qué sobrellevó con honor, y que se mantiene como base firme de la actual teoría psicológica de los sentimientos humanos. En todo caso, así es como se expone en la cuestión en la mayoría de los cursos de psicología.

Pero no sólo la psicología didáctica, adaptada a las necesidades de la enseñanza, se asienta firmemente en esta teoría que, al parecer, lo único que espera es ser eliminada, sino que también los representantes de las últimas corrientes de la psicología intentan a menudo renovar una teoría que, a sus ojos, nunca caduca, y presentarla bajo la imagen más adecuada de la naturaleza objetiva de las emociones. De todas maneras, las numerosas variantes de la psicología americana del comportamiento, de la psicología objetiva rusa, y ciertas tendencias de la psicología soviética, consideran esta teoría, por decirlo de alguna manera, como la única construcción teórica completa y válida que puede transferirse totalmente de la antigua a la moderna psicología.

Es muy significativo que las tendencias más extremistas de la psicología objetiva contemporánea hayan copiado o repetido este capítulo directamente de Lange y de James. Éste se impone a los actuales reformadores de la psicología, principalmente por dos motivos. El primero, que ha asegurado a esta teoría la supremacía absoluta durante medio siglo, tiene que ver con el carácter de su formulación: <La teoría James – Lange - observa sarcásticamente Tichener -, debido a su difusión entre los psicólogos de lengua inglesa, debe indudablemente mucho al carácter de su formulación. Las exposiciones que describían los procesos mentales en los manuales de Psicología tenían un carácter demasiado académico, demasiado convencional y James nos propuso un material bruto, nos condujo a la fuente de la vivencia real> (1914). En efecto, esta teoría es probablemente la única que con un absoluto espíritu de continuidad lógica, que llega hasta la paradoja, resuelve de manera satisfactoria la cuestión de la naturaleza de las emociones, con tal simplicidad aparente, tal poder de convicción, con tal abundancia de pruebas factuales, verificables cotidianamente y accesibles a cualquiera, que sin quererlo se crea la ilusión de su carácter verídico e irrefutable.

Además, en cierta medida, no sólo los lectores y los investigadores quienes han olvidado o no se han dado cuenta de que dicha teoría, según la observación de P. Bard, no fue confirmada por sus fundadores mediante ninguna prueba experimental y se basó exclusivamente en argumentos y en un análisis de carácter especulativo.

El segundo motivo, que reclutó como partidarios de dicha teoría a los reformadores más radicales de la psicología contemporánea, es el siguiente: Para explicar las emociones, esta teoría pone en primer plano su base orgánica, por ese motivo se impone como concepción estrictamente fisiológica, objetiva, y también como la única concepción materialista de las emociones y de las sensaciones. Aquí aparece de nuevo una sorprendente ilusión que perdura con una obstinación también sorprendente, a pesar de que el propio James se esforzó desde el principio para explicar que su teoría no estaba forzosamente unida al materialismo. <Mi punto de vista – escribió James al respecto - no puede clasificarse de materialista. No hay en él ni más ni menos materialismo que en cualquier opinión según la cual nuestras emociones están condicionadas por los procesos nerviosos> (1902). Debido a ello, creía absurdo refutar la teoría propuesta alegando que ésta conduce a una interpretación abyectamente materialista de los fenómenos emocionales. Sin embargo, ello no fue suficiente para comprender que también es absurdo defenderla haciendo referencia a la explicación materialista del sentimiento humano que está propone.

La fuerza de esa doble ilusión fue tan grande que hasta la fecha se admite que la teoría organicista de las emociones habría sido objeto de un examen científico ininterrumpido, que se sobrellevó con honor, y que se mantendría como base firme de la actual teoría de los sentimientos humanos. Desde su aparición, los autores la opusieron audazmente a todo lo que con anterioridad denominaba teoría de las emociones.

James juzgaba todo lo anterior a esta teoría, - las emociones decía -, difieren y se matizan indefinidamente, sin embargo, no encontraréis en ellas ninguna generalización lógica (ibid.)

A su vez, Lange pronuncia una sentencia no menos severa. Dice: “desde Aristóteles, poseemos una literatura casi ilimitada sobre los efectos físicos de las pasiones o, al menos, sobre ciertos fenómenos relacionados. Pero un resultado científico, una concepción clara de la naturaleza de las emociones no se ha podido obtener de todas esas notas acumuladas en el curso de los siglos, puesto que en realidad no hay mucho más que eso… De hecho se puede afirmar, sin temor a exagerar, que científicamente no comprendemos absolutamente nada de las emociones, que no tenemos ni rastro de una teoría sobre la naturaleza de las emociones en general o de una emoción en particular” (1896).

Todo lo que sabemos al respecto reposa, según Lange, en impresiones confusas que no tienen fundamento científico. Ciertas afirmaciones sobre la naturaleza de las emociones han resultado ser por casualidad acertadas, pero es difícil que incluso con esas tesis exactas pueda darse una idea válida de la cuestión.

En una investigación histórica como la nuestra, consagrada al análisis del pasado y del futuro del desarrollo de la teoría de las pasiones, y a su examen a la luz de los conocimientos científicos actuales, no se puede dejar de mencionar que Lange y James repiten a Descartes casi palabra por palabra, el cual 300 años antes que ellos, decía lo mismo de toda la historia anterior a dicha teoría. Según sus palabras: <Donde más claramente puede verse cuán grandes son las deficiencias de la ciencia que nos han transmitido los antiguos es en la manera de interpretar las pasiones (Descartes). Las teorías de los antiguos sobre las pasiones le parecían tan pobres y, en su mayoría, tan dudosas, que “se vio obligado a abandonar radicalmente los caminos habituales para acercarse a la verdad con alguna certidumbre”. Por lo que, - continuaba- me siento obligado a escribir como si me ocupara de un tema que nadie antes de mí hubiera tratado”. Sin embargo, el sencillo estudio histórico realizado aplicadamente por Tichener muestra con claridad que el problema de Descartes, como el de James y Lange, ya era perfectamente conocido por Aristóteles. El representante de la filosofía especulativa a partir del pensamiento de Aristóteles, dice que la cólera es aspiración a la venganza o algo similar. El representante de la filosofía de la naturaleza dice que la cólera es la ebullición de la sangre que rodea al corazón. ¿Cuál de los dos es el verdadero filósofo? Aristóteles responde que el verdadero filósofo es aquél que reúne ambas tesis. Esa convergencia no nos parece fortuita.

Más reciente. K. Dunlap, al hacer un balance de cincuenta años de existencia de esta teoría afirma lo siguiente: “No solo se ha enraizado muy firmemente en el pensamiento científico, de manera que en la actualidad aparece prácticamente como el fundamento del estudio de la vida emocional, sino que incluso ha conducido al desarrollo de la hipótesis de la reacción o de la respuesta como base de la vida del espíritu en su conjunto” (en Cannon, 1927). R. Perry suscribe esta afirmación:  <Esta famosa doctrina está tan sólidamente consolidada mediante pruebas y ha sido confirmada tan a menudo por la experiencia que es imposible negar la autenticidad de su sustancia. A pesar de las objeciones cuidadosamente elaboradas, no manifiesta ningún signo de desuso (en W.B. Cannon, 1927).

W. Cannon sometió a Un estudio experimental el sistémico problema de las modificaciones orgánicas que aparecían durante los estados emocionales. Sus investigaciones, contienen en el fondo una crítica demoledora de la teoría organicista de las emociones; sin embargo, fueron vistos y comprendidas por nuestro pensamiento científico como una prueba absolutamente incontestable de su exactitud.

Según Cannon se interpretó que las distintas modificaciones (estudiadas por él en detalle), que se producen en los órganos internos después de una gran excitación, podían confirmar la teoría James – Lange. Pero, a partir de los hechos que esas investigaciones presentan, queda claro que semejante interpretación es falsa. Entonces, ¿qué fue lo que mostraron las investigaciones de Cannon?

Si prestamos atención a su resultado más esencial y fundamental, que únicamente puede interesarnos en el presente estudio, hay que decir que las investigaciones de Cannon revelaron experimentalmente que el dolor, el hambre y las emociones fuertes, como el miedo y la ira, provocan modificaciones que se caracterizan por su naturaleza refleja, en cuanto reacción orgánica típica que se manifiesta gracias a un automatismo heredado, por lo que esas modificaciones revelan un carácter racional desde el punto de vista biológico.

Como lo muestran los trabajos de Cannon, las modificaciones corporales que se producen durante una excitación, son provocadas por la elevada secreción de adrenalina de las glándulas suprarrenales, modificaciones que se asemejan a las provocadas por una inyección de adrenalina. La adrenalina suscita el aumento de la degradación de hidratos de carbono y aumenta la tasa de azúcar sanguíneo, esto también por motivo de la presencia de cortisol en la sangre; favorece el flujo de sangre hacia el corazón, los pulmones, el sistema nervioso central, los miembros, así como su reflujo a partir de los órganos individuales del abdomen. La adrenalina hace desaparecer rápidamente el cansancio muscular y aumenta la coagulación de la sangre. Esas son las principales modificaciones que pueden observarse durante una gran excitación asociada a estados de hambre, de dolor y de emociones fuertes. Todas estas modificaciones tienen por base la secreción interna de las glándulas suprarrenales y, cómo se ha mencionado, muestran una dependencia interna y un encadenamiento entre sí, y en conjunto, señalan de manera inequívoca su significado adaptativo racional.

En su estudio, W. Cannon va mostrando paso a paso el papel de la elevada tasa de azúcar sanguíneo como fuente de la energía muscular; el papel de la elevada tasa de adrenalina en la sangre como antídoto contra el cansancio muscular; el papel de la modificación del aporte sanguíneo a los órganos bajo influencia de la adrenalina como circunstancia que favorece un mayor esfuerzo muscular; el papel parecido de las modificaciones de las funciones de la respiración; el papel racional de una coagulación acelerada que previenen la pérdida de sangre.

Cannon acierta al ver la clave de la explicación del significado biológico de todos esos fenómenos en la idea antigua, vuelta a enunciar últimamente por McDougall, de que existe una relación recíproca entre el instinto de huida y la emoción de miedo, y entre el instinto de lucha y la emoción de rabia. En condiciones naturales, las emociones de miedo y cólera pueden ir seguidas de un aumento de la actividad del organismo (por ejemplo, huida o combate), que requieran esfuerzo prolongado e intenso de un importante grupo de músculos. Por eso, parece muy probable que la secreción elevada de adrenalina como resultado de la influencia refleja el dolor de una emoción fuerte pueda desempeñar el papel de factor dinamógeno en la ejecución del trabajo muscular. Si, como estableció experimentalmente Cannon, es cierto que el trabajo muscular se realiza principalmente a expensas de la energía del azúcar circulante, es indispensable admitir que el aumento de la tasa de azúcar sanguíneo que acompaña las emociones fuertes y el dolor refuerza considerablemente la actitud de los músculos para un trabajo de larga duración.

Investigaciones posteriores han mostrado que la adrenalina, que entra libremente en la sangre, ejerce una apreciable influencia en el rápido restablecimiento de los músculos cansados, privados de su excitabilidad primitiva y de la posibilidad de reaccionar rápidamente, como los músculos relajados, y por lo tanto refuerza la influencia del sistema nervioso sobre los músculos, favoreciendo su trabajo máximo. Aparentemente, el objetivo del aporte sanguíneo y la modificación de la respiración es el mismo; la urgente necesidad de atacar o de huir requiere un abundante abastecimiento de oxígeno a los músculos que realizan un trabajo, así como una rápida eliminación del cuerpo del ácido carbónico elaborado. Por último, también el carácter racional de una coagulación acelerada de la sangre puede considerarse manifiestamente un proceso útil para el organismo.

Generalizando esos datos, Cannon propone considerar todas las reacciones del organismo provocadas por una irritación dolorosa y por una excitación emocional como reacciones instintivas de defensa que aparecen de manera natural. Esas reacciones pueden ser interpretadas, como la preparación para una gran tensión que puede ser requerida al organismo. Así – dice Cannon, - desde ese punto de vista general, los cambios corporales que acompañan estados emocionales fuertes pueden servir para preparar al organismo ante una lucha inminente y ante posibles lesiones; y condicionan de una manera natural las reacciones que el dolor puede provocar por sí mismo.

Si quisiéramos resumir el significado general de los hechos descubiertos por Cannon, deberíamos aceptar que éste describe la acción dinamógena de una excitación emocional como un elemento fundamental.

Aquí Cannon le va a la zaga de Charles Sherrington, quien, más enérgicamente que nadie señaló ese aspecto de los procesos emocionales. “Las emociones - dice - nos dominan desde el principio de la vida y la intensidad creciente de la emoción se vuelve un estímulo imperioso para la ejecución de un movimiento intenso”. Cada modificación corporal que aparece en los órganos internos - interrupción de los procesos digestivos (de manera que se libera una reserva de energía que puede ser utilizada por otros órganos), circulación de la sangre de los órganos internos, cuya actividad está disminuida hacia los órganos que intervienen directamente en el esfuerzo muscular (pulmones, corazón, sistema nervioso central), aumento de las contracciones cardiacas, rápida eliminación del cansancio muscular, movilización de importantes reservas de azúcar, que contienen energía -, cada una de esas modificaciones internas, sirve para fortalecer al organismo durante el enorme gasto de energía provocada por el miedo, el dolor o la ira” (cfr R. Creed y otros, 1935).

Desde esta óptica es muy importante tener en cuenta que en un periodo de gran excitación, se suele sentir una fuerza colosal. Ese sentimiento aparece de repente y lleva al individuo al más alto nivel de actividad. En el momento en que aparecen emociones muy fuertes, la excitación y el sentimiento de fuerza se fusionan liberando la energía almacenada, ignorada hasta ese momento, y haciendo cobrar conciencia de sensaciones inolvidables de una posible victoria.

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