Los sistemas sensoriales constituyen la punta de entrada de la información sobre el ambiente que rodea al individuo.
Las señales estimulan receptores sensoriales cuya misión es transducirlas a un tipo de energía manuable por el sistema nervioso y representarlas de acuerdo a una ley o código. De acuerdo con la teoría de Müller de los canales privados, cada sistema sensorial presenta una energía específica a la cual es más sensible y a la cual puede responder con mayor capacidad de discriminación entre estímulos distintos.
Como corolario la cualidad de la sensación es específica de cada órgano sensorial. En general, para el mismo órgano sensorial, todos los estímulos efectivos evocan la misma sensación elemental. Un ejemplo práctico con el cual el lector puede experimentar es la visión. Para ello deberá cerrar los ojos, mirar hacia la izquierda, y luego presionar suavemente la comisura palpebral externa del ojo derecho. Vera a su izquierda un circulo de color causado por la respuesta retiniana al estímulo mecánico de su dedo sobre la retina.
Más adelante podrá comprenderse con mayor objetividad por qué, si el estímulo es en el lado derecho del ojo lo percibe a la izquierda. No obstante, existen algunas excepciones a esta regla general. En algunos mosaicos se distinguen distintos tipos do estímulos, por ejemplo, en la piel se distinguen claramente los estímulos mecánicos de los térmicos. Adicionalmente, algunas submodalidades podrían corresponder a patrones de la misma energía especifica. La variable temperatura, actuando en distintos rangos, produce señales interpretadas de forma docotómica (frío frente a calor) por un mismo receptor.
Las salidas de un sistema sensorial pueden ser: a) señales de control motor muchas veces inconscientes y b) sensaciones elementales cuya integración da origen al fenómeno perceptivo. La evolución natural de los procesos sensoriales está sujeta a las consecuencias de acciones de agentes externos (muchas veces imprevistas o imprevisibles) y a los resultados de acciones auto generadas. Uno de los papeles principales de un sistema sensorial es predecir los hechos futuros, comparar dichas predicciones con el flujo sensorial presente y ajustar los métodos de predicción de acuerdo con la ejecución previa. La entrada o aferencia sensorial es entonces dependiente de las acciones del agente sensorial (quien toca, mira, huele y trabaja sobre su entorno). Tiene entonces dos componentes: uno que informa al individuo sobre el mundo externo (exaferencia) y otro que resulta los efectos predecibles de las mismas acciones propias (reaferencia). El principio de reaferencia, enunciado por von Holst y Mittlestaedt, establece que para extraer la exaferencia de la aferencia debe cancelarse la reaferencia. Sin embargo, la validez del principio de reaferencia no excluye la posibilidad de utilizar señales autogeneradas en algoritmos neurales que permitan identificar acciones propias. Muchas de las acciones propias tienen como meta una transformación del entorno. Estas acciones son en general efectuadas por el sistema musculoesquelético. Son coordinadas por el sistema nervioso sobre la base de predicciones conscientes e inconscientes de las consecuencias de la ejecución de un comportamiento. Otras acciones son automáticas o reflejas, serviles a la coordinación motora, a la extracción de información sobre dicho entorno (sistemas motores sensorialmente dedicados) o a comunicar información a otros individuos. Para todas ellas se requiere información sensorial.
Los sistemas sensoriales y sus componentes (periféricos, procesamiento temprano y procesamiento superior) en el marco de los bucles sensoriomotor y práxico-gnósico.