Es la anomalía vascular sintomática más frecuente. Se trata de arterias
anormalmente dilatadas que desembocan directamente en venas también anómalas
(arterializadas), sin que exista un lecho capilar intermedio ni parénquima
cerebral en el interior del nido de la malformación.
Aunque son visibles en la resonancia magnética y en la tomografía cerebral con
contraste, la prueba diagnóstica de elección es la angiografía cerebral. La
mayoría de las malformaciones arteriovenosas se manifiestan como hemorragia
intracraneal, habitualmente intraparenquimatosa. Una menor proporción produce
crisis o trastornos neurológicos progresivos.
Las de pequeño tamaño tienen mayor tendencia al sangrado que las grandes, que a
su vez producen con más frecuencia crisis convulsivas.
Cuando requieren tratamiento es de elección la cirugía, siendo alternativas
terapéuticas la radiocirugía estereotáctica y la embolización.